sábado, 14 de agosto de 2010

En la ciudad - Relato


En el noticiero mostraban a un tipo que había estafado a varios bancos en Barcelona pidiendo créditos con documentaciones falsas. Dicen que quería usar el dinero para hacer una revolución y cambiar el sistema definitivamente, sin bien nadie entendìa como...y el Papa que hablaba de paz y amor y clamaba por las victimas de la dictadura en un país casi desconocido del Asia oriental.
Un día de esos fue en bicicleta  hasta la fábrica a la hora de entrada. Se quedó lejos del portón de ingreso para ver su ex-compañeros que ingresaban al establecimiento como él lo había hecho por todos esos años.
Se había llevado un sándwich en el bolso y lo comió bajo un árbol en el parque frente a la estación. Estaba sentado, mirando el cordón gastado de sus zapatos y se recordó de la infancia, de los años de la escuela...Habían pasado como un tren a gran velocidad y él ahora estaba ahí, casi al final del  trayecto, cuando en realidad podría vivir mucho más, comenzar una nueva vida, hacer proyectos, viajar un poco...
Pero se sentía cansado, no tenía casi fuerzas, los años en la fabrica le habían robado todo, no tenía amigos y ni tampoco un futuro. Había sobrevivido por todos esos años a una rutina inútil que no le había dejado más que la pobre experiencia de vida que podía tener cualquier ser humano en una condición de obrero. Algunos conocidos y unos pocos euros en la cuenta bancaria. Un sentimiento de angustia lo invadió por completo. Se limpió la boca con una servilleta y lloró en silencio.

Fue en un día de agosto, cuando después de tomar el café con leche, comer las galletitas y ver que el gato había orinado en el sillón, comprendió que su vida no tenía sentido. Fue como un trueno que lo despertó de un letargo entupido y estéril.
- Ya no tengo nada que hacer, se dijo y salió a la calle para mover las piernas y tomar aire.
Compró el diario en la esquina y subió a un autobús cualquiera y después a otro para recorrer la ciudad sin ninguna meta, cosa que no pedía hacer cuando trabajaba.
Por un momento se sintió libre, de todo y de todos, hasta de si mismo. Se entretuvo mirando por la ventanilla la parte alta de los edificios, eran viejos y descascarados, impregnados por el humo de los autos.
“Nadie levanta la cabeza  y se fija un poco en lo que hay mas arriba, porque las veredas están siempre limpias y bien arregladas, las vidrieras llenas de productos y bien iluminadas".
Bajó en una esquina de un lugar en el que nunca antes había estado. Se sintió cansado. Caminó unas cuadras más, fumando y mirando la cara de la gente que cruzaba. Todos se parecían un poco en el fondo: jóvenes o ancianos de su misma raza, hombres y mujeres que se apretujaban o se chocaban unos con otros con la unica ambiciòn de sobrevivir y de estar lo mas còmodos posibles en una ciudad que resultaba cada vez màs chica para todos.
 - “Un día terminaran también ellos en la basura o en un hospicio”, se dijo. “Aunque se sientan seguros de si mismos y coman todos los días o miren el mundo desde la ventana como un televisor”.
Se subió a otro autobús para volver a su casa. Ahora ya no miraba por la ventanilla. Abrió el diario: paginas enteras de publicidad a todo color con promesas de placer y bienestar en medio a las noticias de terremotos o atentados terroristas. Un tipo al que todos sus vecinos tenían como una persona ejemplar había matado a toda la familia y se había suicidado con la misma arma, quizás por motivos económicos o problemas sentimentales.
En otra página se veía un jugador del Barcelona que levantaba los brazos agradeciendo al cielo por la victoria de la noche anterior y mas adelante una nota donde aparentemente alguien cuestionaba las reglas de la Formula uno y cual sería el destino de este grandioso deporte, si es que así se lo puede llamar.
Se fijó en los avisos de trabajo pero no encontró nada interesante para él, algunos tan absurdos como las mismas publicidades. Lo cerró con un gesto de hastío y lo dejó abandonado en el asiento de al lado. “Quizás a otro le sirva de algo”, pensó.
Bajó cerca de la plaza de su barrio y la cruzó pateando una latita. Se detuvo en una esquina a hablar con la florista que apenas conocía y a la que nunca había prestado mayor atención, a pesar de ser  todavía una mujer atractiva. Tenía lindos ojos y una sonrisa agradable que le recordaba alguien sin saber precisamente de quien se trataba.
Notó que tenia el seno voluminoso y que el rimel se le había corrido un poco en los labios. Hablaron del tiempo, de la crisis economía y de los pocos turistas en ese período del año, siendo que antes...
Almorzaron juntos en el restauran de la otra esquina. Pagó la cuenta con el poco dinero que le quedaba y después con una excusa la invitó a su casa. Tomaron un café en la cocina casi sin hablar y se fueron al dormitorio para estar más cómodos y escuchar algo de música.

Cuando ella se sacó el vestido, pudo ver que tenía estrías en el vientre y su cuerpo que le parecía estupendo bajo las ropas, se reveló una masa de carne blanca sin ninguna gracia.
 “Como un pez fuera del agua, se dijo”
Tenía los glúteos caídos y en las piernas se veía la celulitis de una mujer adulta. Notó que tenía un tatuaje extraño en la espalda, pero no se atrevió a preguntarle por qué se lo había hecho y si tenía algún significado especial para ella.
Encendió el ventilador del techo, se sacó las medias que le daban calor y se tirò en la cama a esperar que ella se desvistiera.
Apagaron la luz y se besaron por un par de minutos. Le costo muchísimo sacarle el slip y más aún el corpiño.
Ella se le tiraba encima y lo besaba constantemente: Se sentía sofocado y estaba transpirando un poco. Sintió una gotita de sudor que le corría por el cuello. Trató de acomodarse moviendo el cuerpo a un costado y estirando las piernas.
- “Quizás hace meses que no está con un hombre en la intimidad”, pensó - “se nota por sus  movimientos torpes y su ansiedad  incontrolable...”
Ella abría la boca y gemía cada tanto, el notó que tenía una muela recién arreglada y que le faltaba otra mas atrás.
Le decía frases sin sentido y hasta lo rasguñó en la espalda motivada por el éxtasis.
Ya no pudo concentrarse ni disfrutar de lo que estaba haciendo, a pesar que ella gemía y le decía: mi amor!... mi amor! y movía el vientre hacia adelante cada vez con más intensidad. El hacía lo mismo tratando de imitarla pero sin decir nada. No veía la hora de terminar con ese juego que le parecía una farsa inútil.
Cuando ella dejó de gemir y de moverse, pudo salirse y ponerse panza arriba mirando el techo.
Encendió un cigarrillo sin decirle nada. Entonces ella le contó de su madre que había muerto hace poco, que ahora estaba sola y no tenía a nadie... Después le habló de Freud y de los actos fallidos. Pero a él ya no le interesaba nada de eso.
Tuvo una rara sensación de hastío y de infelicidad al mismo tiempo.
- “Es solo un estado de ánimo”, reflexiono mientras apagaba el cigarrillo, aplastándolo en el cenicero como a un insecto venenoso.

Se levantó desnudo de la cama y fue hasta la cocina. Abrió la heladera y tomo el agua fría de la botella desesperadamente: tenía mucha sed y no se había dado cuenta hasta ese momento.
Después entró al baño y se echó una meada en la pileta. Vio que el jabón se había caído al piso y lo levantó con la mano derecha mientras con la otra se tenía el pantalón. Cuando se miró al espejo casi no se reconoció en el primer instante, después se fue acostumbrando de a poco a su cara que lo miraba con cierta complicidad, tenía la barba crecida y los pelos desordenados. Se pasó las manos por la cabeza para tratar de ordenarlos un poco y hizo una sonrisa enorme como un gesto de conmiseración, para fingirse feliz por un instante, en el cual se imaginaba una persona exitosa con una familia alrededor y un porvenir asegurado. Después se miró profundamente en los ojos, sintió que el otro trataba de decirle algo que él no alcanzaba a comprender, de sacarlo del encierro y mirar el mundo con un poco de optimismo, sino para que estaba en el mundo? Para convertirse en un peso y en una carga para los demás? Tenía que vivir, a toda costa y sin saber porque, meterse otra vez en movimiento a pesar de todo y hacer la fila de los que quieren un futuro feliz cueste lo que cueste.

Escuchó que ella lo llamaba desde la habitación para que vuelva y le llevara algo...que no alcanzó a comprender porque ahora su voz era muy baja y casi no la sentía.
Abrió la ventana y salió al bacón. Era un espléndido día de sol como tantos otros. Escucho las voces de unos chicos que jugaban allá abajo y una música que venía del departamento vecino.
Estiró el cuerpo y se asomó para mirar hacia la calle. Sintió un poco de vértigo y pensó que si alguien cayera de esa altura podría matarse, sin ninguna duda. Ya había visto una vez a un tipo que se tirò desde lo alto y a toda la gente amontonada alrededor que hacía comentarios y se preguntaban asombrados el motivo de esa decisión o si había sido solo un accidente, con toda la sangre en el suelo y la sirena de la ambulancia que los aturdía a todos. 
Después vio que le pusieron una sabana para cubrirlo, que cargaban el cuerpo en la camilla y la gente que comenzaba a irse de a poco a sus casas o a sus trabajos.
Levantó la cabeza y detuvo su mirada en una nube de color rojizo, que flotaba sobre su cabeza como un enorme pez volador. Tuvo la sensación que estirando un poco la mano podría alcanzarla, pero ya no era un niño para pensar en eso. Respiró profundamente. Después cerró la ventana y volvió a su cama sin pensar en nada.

Lucas Molina



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